martes, enero 22, 2008

Espíritu Humano (II)

Durante los primeros años de la década de los 60, un psicólogo de la universidad de Yale llamado Stanley Milgram dirigió una serie de estudios destinados a comprender el comportamiento de los individuos ante medidas de presión ejercidas por superiores. Lo llamó "Estudio del comportamiento de la obediencia". El experimento en sí consistía en inducir en un sujeto cualquiera comportamientos rayando en lo sádico mediante la simulación de descargas eléctricas a un actor que se encontraba tras una mampara. (La descripción completa del experimento en este enlace).

Las sucesivas pruebas, variando pequeños detalles (sexo del "sádico", distancia entre actor y "conejillo de indias", etc...), arrojaron a la luz resultados que dejaron a los investigadores impactados: En la mayoría de los casos, los sujetos evaluados mostraban reticencias a aplicar las descargas sobre el actor a medida que éste se descomponía de dolor, reticencias que eran aplacadas en un alto porcentaje cuando el doctor que dirigía el experimento exhortaba a la cobaya humana a continuar diciendo frases como "El experimento requiere que usted continúe". Un 65% de los "maltratadores" aplicaron el voltaje máximo, aún cuando el actor ya había simulado el haber perdido el conocimiento.

Aunque el estudio es antíguo, demuestra que somos claramente sugestionables por la autoridad y que, cuando la aprobación de nuestros actos (pese al sufrimiento que provocan) es clara por parte de nuestro entorno, somos perfectamente capaces de actuar de ciertas maneras. Maneras aborrecibles vistas desde el exterior.

Otro experimento psicológico un poco posterior (llevado al cine en la -buena- película alemana Das Experiment) es el Experimento de la cárcel de Stanford. Subvencionado por la Armada de los EEUU para buscar una solución al problema de amotinamientos en las prisiones del país, fue en realidad una (discutible) ampliación del estudio de Milgram mediante el cual un grupo de ciudadanos eran escogidos para representar el rol de guardias de prisión y otro grupo (ambos aleatorios) como prisioneros de la ficticia institución. Durante el experimento, los "guardias" acabaron por vejar sádicamente a los "prisioneros" aplicando desde torturas psicológicas (aislamiento, denuncias...) hasta castigos físicos de severidad variable.

Continuará...

Está sonando:

2 comentarios:

La nuit dijo...

Hum… es un tema sumamente interesante… Por un lado, me hace pensar en cómo los humanos tenemos tendencia a disolvernos dentro de la masa, esto es, a perder nuestra individualidad en aras de ser aceptados por el grupo, la mayoría. Tendiendo a llevar a cabo acciones que en otras situaciones nos realizaríamos, con el mero objetivo de “encajar”. Sin embargo, me parece algo demasiado complejo como para reducirlo a una sola interpretación.

También me hace pensar en la tendencia a despersonalizar determinadas acciones cuando estas se llevan a cabo motivadas por órdenes recibidas de una supuesta autoridad. Quiero decir, si alguien a quien se considera superior (bien por motivos de poder, inteligencia, fuerza, etc., etc.) y a quien se tiene en determinada estima (sin motivos personales o sentimentales presentes) aconseja o sugiere a un subordinado que realice una acción, éste posiblemente la llevará a cabo a pesar de que dicha acción traiga consecuencias nefastas para un tercero. ¿Por qué? Podría pensarse en que el subordinado intenta ganar el favor de la autoridad, pero sobre todo en que el hecho de que la orden venga dada “desde arriba”, esto es, que no salga de uno mismo, ayuda a distanciarse del hecho en sí y a crear una barrera empática entre el otro y nosotros: “no es personal, son negocios”. Así, los sujetos pasamos a ser meras marionetas en manos de un director de escena.

Otra posibilidad es la espiral de poder y placer de Foucault. El saber (o creer) que se tiene poder sobre alguien produce una sensación placentera que no hace sino aumentar dicho poder. ¿Cómo ocurre esto? Sencillo. Aquellos que “sufren” tal poder, con el tiempo comienzan a comportarse o actuar como dominados, lo cual no hace más que reafirmar al dominante en su sentimiento de fuerza, produciéndole así más placer. Placer que genera un aumento del sentimiento de autoestima. Sentimiento que se refleja en los actos. Actos que ven los sometidos, disminuyendo así su confianza, sometiéndose más. Lo que genera más placer, etc., etc. Por supuesto, esto es un resumen muy, muy esquemático de dicha teoría.

La verdad es que, como he dicho al principio, me parece que has sacado a relucir un tema muy jugoso, que puede dar mucho de sí. Espero los nuevos post con impaciencia.

Anónimo dijo...

Me tuve que tragar esa película el primer año de carrera. Y porque no había otras de los experimentos que has mencionado y los que te quedan, porque me los he tenido que revisar todos de arriba a abajo. Y si te soy sincera, cuando ya no solo ves esos experimentos, sino montones de ellos que nos representan al hombre "medio" de nuestra sociedad... te quedas muy muy impresionado.

Tambien nos enseñan mucho a discernir el experimento preciso del que no no es muy de fiar, y es bastante triste darte cuénta diseño a diseño, técnica a técnica, replica a réplica de lo poco que nos conocemos, y por tanto de lo que podemos llegar a hacer "sin querer".

Una vez más las matemáticas no fallan.

Pero luego pasas de cualquier asignatura social a cualquiera biológica y te vuelve la esperanza. ¡Qué maleable soy!

Un abrazo enorme.