lunes, abril 09, 2007

Alas

Dicen que cada cual escribe cuando algo le llama la atención, cuando tiene algo que contar o cuando siente algo dentro que tiene ganas de decir. De entre todas estas musas, la musa del corazón quizá sea la más poderosa. Henchida el alma con toda suerte de sentimientos, la pluma escribe con fuerza sobre aquellos temas que le causan congoja, desazón o alborozo suficientes, a menudo disimuladas en pequeñas grandes obras maestras de continente dispar. ¿Cuántas obras trágicas existen que llevan al receptor a una admiración casi desesperanzada? ¿Cuántas las que hacen llorar de alegría hasta casi perder el hilo de la trama?

Conseguir este efecto sobre su público es el sueño de muchos artistas, artistas que en muchos casos acaban sumidos en las propias pesadillas que retratan. Lovecraft, Antonio Flores o Philip K. Dick son algunos ejemplos de ésto.

No importa lo alto que se llegue; Ícaro siempre se quema.

1 comentario:

Laura dijo...

Ortega decía que nada hay que nos enternezca tanto en una novela como el amor no correspondido.
Y es cierto que las historias de amor que nos atren no son las de aquellas relaciones que funcionan bien, sino todo lo contrario, lo que atrapa nuestra atención son los tortuosos caminos que los héroes o heroínas toman para alcanzar su meta. Como decía tolstoi, todas las familias felices lo son de la misma forma, pero las desgraciadas lo son cada una a su manera.

Supongo que en la literatura buscamos vivir aquello que se nos escabulle en la vida cotidiana, a mí cada vez me llaman más la atención esos autores que se escabullen de los caminos de pensamiento evidentes para dejarnos entrever la magia en lo ordinario, como Pratchet o Watterson.

Me alegra ver que el trabajo aún te deja tiempo para pensar ;)

¡¡un saludo!!