viernes, marzo 10, 2006

Zoología

Hoy voy a cultivaros, lechuguitas mías, endivias del amanecer, con un artículo de zoología. ¿Qué clase de perversión se esconde tras este propósito? Se preguntarán algunos degeneradillos mientras, lascivos todos, se relamen las fauces pensando en qué deliciosos platos de carne describiré. La respuesta es simple: Entretenerme dado que me aburro mucho.

Pero bueno, que me pierdo en los detalles y es tarde. Hoy vengo a hablaros, como os decía, de animales. Del animal más común en la ciudad madrileña y plazas limítrofes a la gran urbe, del bicho más querido por todos en esta fosa común de plataneros derribados en nombre del progreso, venía a hablaros, en definitiva, de la grúa.

Como aproximación pegaré la definición que nos ofrece la RAE, pero como es errónea la depuraremos entre todos. Cito textualmente:

grúa.
(Del lat. grus, gruis).
1. f. Máquina compuesta de un aguilón montado sobre un eje vertical giratorio, y con una o varias poleas, que sirve para levantar pesos y llevarlos de un punto a otro, dentro del círculo que el brazo describe o del movimiento que pueda tener la grúa.

A todos nos resulta obvio que la grúa no es una máquina. Las máquinas necesitan gente que las manipule, gente que las fabrique, gente que las coloque en su lugar. Algo completamente absurdo si tenemos en cuenta que en Madrid hay más grúas que personas (Fuente: Yo). Modifiquemos pues:

grúa.
(Del lat. grus, gruis).
1. f. Animal cochefágico con un aguilón sobre un eje vertical giratorio, amén de una o varias poleas, que disfruta levantando pesos y llevándolos de un punto a otro, dentro del círculo que su brazo describe o de lo que corretee el jodío bicho.

Subsanado el lapsus tremendae de los eruditos, prosigo: Poco se conoce de los orígenes de tan pintoresco animal. Hará unos años, con frecuencia se la podía ver agazapada entre los escombros de las obras cercanas, observando con sus cuadrados ojos tristones cómo poco suelo virgen le restaba para su supervivencia. Pero entonces, salvador, el ilustre Gallardón decidió, pese a la posible pérdida de votos, salvaguardar a tan agraciado especimen. Para ello declaró legal la polución, los atascos, la mala hostia e, incluso, la tala indiscriminada de árboles. Asignó zonas protegidas por doquier, quebrantó cuanto suelo pudo quebrantar, comenzó el entierro de una autopista mientras declaraba que el próximo rallye de Cataluña se correría en la M-30 y convirtió la vida para miles de madrileños en un infierno días tras día en pro de la ecología.

¿No es hermoso que un alcalde se preocupe tanto por un bichete tan adorable? Claro que volver a ver la silueta estilizada de la grúa allá donde vayamos también tiene un precio: Incrementar los impuestos en un 100% en dos años e imponer la zona azul o verde (zonas en que las grúas tienen plena libertad a la hora de mover no sólo bultos, sino también coches de sitio) a toda la zona encerrada en la nueva M-30.

M-30 que, por otra parte, cuando se encuentre enterrada, creará una borde un tanto difuso a la hora de pintar las aceras. Pero no seais paranóicos, mientras la población de grúas se encuentre estacionaria, no será necesario dar divertimentos extra a las grandes manadas de este entrañable animal.

Y ya por último algo que me crispa los nervios y que se viene repitiendo cada vez que se habla de los nuevos proyectos de nuestro queridísimo alcalde: Que vayan a prohibir el acceso de coches antíguos al centro no es por recaudar más impuestos ni favorecer a los que se puedan comprar coche nuevo cada dos años. Es, amigos mios, por mejorar su maltrecha dieta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tu de verdad que te aburres mucho ¿eh? Pero mucho, mucho, mucho, muchisimo...

Cada dia me das más miedo!!

P.D: Si quieres ver bichos, mirame a mi!!

Kineas dijo...

Lo haría, pero es que desde aquí pareces jodidamente pequeña. Mihihihi.

Compraré un telescopio para tal cosa.

Un beso, bicho.