viernes, enero 29, 2010

El herrero, el barbero y el asesino


La campanita le advirtió que un cliente estaba entrando en la peluquería. El barbero dejó la escoba y miró al desconocido que en esos momentos atravesaba el umbral y dejaba caer un apático "hola" en el local.

- Buenas tardes caballero. Siéntese aquí mismo.

El hombre, de complexión frágil y mediana estatura, estaba correctamente afeitado y llevaba el pelo corto. El barbero observó su andar ligero, como si flotase, y sus pantalones y jersey ajustados al cuerpo. Parecía que fuese enfundado en un guante. El hombre se sentó.

- Usted dirá - dijo el barbero mientras cubría el cuerpo del extraño con una tela.
- Aféiteme la cabeza. Sobre la barba... apúrela al máximo.

Sin mediar palabra, el barbero sacó sus tijeras del delantal y comenzó a recortar el pelo.

- Dígame una cosa - comenzó a hablar el hombre - ¿es usted el nieto del señor Rodrigo?

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La campanita le advirtió que un cliente estaba entrando en la peluquería. El barbero dejó la escoba y miró al desconocido que en esos momentos atravesaba el umbral y dejaba caer un apático "hola" en el local.

- Buenas tardes caballero. Siéntese aquí mismo.

El hombre, de complexión frágil y mediana estatura, estaba correctamente afeitado y llevaba el pelo corto. El barbero observó su andar ligero, como si flotase, y sus pantalones y jersey ajustados al cuerpo. Parecía que fuese enfundado en un guante. El hombre se sentó.

- Usted dirá - dijo el barbero mientras cubría el cuerpo del extraño con una tela.
- Aféiteme la cabeza. Sobre la barba... apúrela al máximo.

Sin mediar palabra, el barbero sacó sus tijeras del delantal y comenzó a recortar el pelo.

- Dígame una cosa - comenzó a hablar el hombre - ¿es usted el nieto del señor Rodrigo?
- Así es. ¿Conocía usted a mi abuelo?
- Sólo de oídas... bueno, como todo el mundo por aquí, ¿no?
- Eso parece, sí. Mi abuelo fue un buen hombre.
- Y un magnífico artesano. Por lo que cuentan.

El barbero esbozó una sonrisa. No era la primera vez que alguien comenzaba una conversación en esos términos. Dio un tijeretazo.

- El caso es que - continuó el hombre - se habla en la ciudad de que usted, su nieto, heredó su último trabajo.
- Eso no son más que cuentos. Mi abuelo dejó de fabricar armas hace más de una década. Y no lo hizo porque no tuviera ofertas precisamente.

La sala estuvo unos segundos en silencio absoluto, sólo interrumpido por los rítmicos sonidos que salían de la tijera. Luego, el cliente dijo:

- Ya suponía yo que esto acabaría así.
- ¿Perdón?

De pronto, la tela que cubría al hombre se rasgó emergiendo de ella una cuchilla que, como un rayo, se lanzó a seccionar la yugular del barbero. Las tijeras de éste frenaron el tajo, en un movimiento tan rápido como el del asesino.

El hombre se levantó de un salto de la poltrona y encaró con el mismo movimiento al barbero. En su mano una daga se mostraba amenazante. Al otro lado de la silla, el barbero esgrimía sus tijeras y una navaja de afeitar.

- ¿Cómo supiste ... ?
- ¿Cómo supe que eras un asesino? Lo supe en el mismo instante en que entraste por la puerta. Todo en tí huele a muerte.
- Bueno, ahora ya da igual. Tendré que matarte para registrar esta pocilga.
- Adelante, pero date prisa. El alguacil viene a afeitarse a las seis y me gustaría recoger tu cuerpo antes de que llegue.

La mirada del asesino evaluó a su oponente. El barbero estaría en la cuarentena y, aunque parecía algo regordete, haber bloqueado su ataque con unas simples tijeras le hacía pensar que era más diestro de lo que parecía. No podría hacer un trabajo limpio y rápido como había sido su deseo antes de entrar en el establecimiento e, inevitablemente, el ruído podría atraer a público indeseado. Además, algo en su mirada no le gustaba.

- Me iré, pero vendrán otros.
- ¿Estaría defendiéndome con unas tijeras si tuviese una espada?

El asesino le miró pensativo. Enfundó la daga, dio media vuelta y salió de la barbería. En la puerta se cruzó con el alguacil, al que saludó cortesmente, y echó a andar calle abajo con tranquilidad. Tras unos metros dobló una esquina y llamó a una puerta.

- He encontrado el último trabajo de Rodrigo.
- ¿Lo has traído?
- No. Y no lo traeré salvo que te interesen unas tijeras.

5 comentarios:

Sr.zepa dijo...

Buen relato. Un poco arrogantes los personajes pero... ¿qué personaje de este tipo de aventuras no lo es?

Me ha gustado sobre todo lo rápidamente que cuentas una historia tan completa. Esa capacidad de síntesis es una virtud que no está demasiado recompensada pero que está al alcance de muy pocos (ya me gustaría a mi ver a alguno de los premios planeta o literatos de ese estilo logrando algo así)

De todas maneras, para que no todo sean halagos, el párrafo del ataque, punto, párrafo que considero de vital importancia, me parece que te ha quedado algo cojo. Quizás una o dos frases más "de acción" lo mejorarían.

Un saludo.

Kineas dijo...

Posiblemente tengas razón... En mi descargo diré que hubo una pausa de varias horas desde que escribí ese párrafo hasta que completé la historia.

La primera parte (hasta "El alguacil viene a afeitarse a las seis y me gustaría recoger tu cuerpo antes de que llegue.") la escribí en mitad de una reunión en árabe de esas guapas guapas que me obligan a ir por si a alguien se le rompe una tripa. Mientras que la segunda la terminé en casa un rato antes de acostarme.

Esa pausa me rompió el ritmo (de hecho, olvidé -y no consigo recordar- el final que había pensado al comienzo) y cuando retomé la escritura era tarde y quería terminar el relato antes de acostarme. Así que supongo que es normal que haya un corte un tanto abrupto en la escena del enfrentamiento.

Por lo demás, grazie por el comment.

Manu dijo...

bueno bueno colega!

La nuit dijo...

Me ha gustado muchísimo! A ver cuando te decides a poner todos tus relatos cortos en un librito ;)

InsertCoin dijo...

Como ya te dije el otro día, muy chulo. Interesante historia.