miércoles, julio 25, 2007

Batallitas

Desde pequeño he leído mucha literatura medieval fantástica con sus correspondientes, y épicas, batallitas. Disfrutaba mucho (aún disfruto, aunque considerablemente menos) con ellas pero no fue hasta empezar a interesarme por el medievo de manera un tanto seria, leyendo algún que otro ensayo o novela histórica sobre aquella época que me di cuenta de que las incongruencias más grandes dentro de esas novelas no se debían a la presencia de gigantes, elfos, orcos u otros bichos asquerosos (sí, he incluido a los elfos entre los bichos asquerosos) como representantes de los distintos ejércitos. Ni siquiera en el absurdo maniqueismo que envuelve toda fábula, con el bien y el mal tan diferenciados que hasta puedes imaginar la luz envolviendo a unos y las tinieblas más tenebrosas a los otros. Éso si es que el autor no te lo narra directamente.

En fin, niños y niñas, la guerra no es bonita, la guerra no es épica, la guerra da asco. Cada ejército necesitaba (y necesita) una línea de suministros tras ellos, normalmente en unas cantidades mucho mayores que las de la propia unidad. Campesinos, herreros, comerciantes, lacayos, prostitutas, barberos (médicos) y un largo etcétera de personajes que debían ser sostenidos durante marchas que podían durar meses. Con sus animales, sus cerdos, sus caballos, sus carros con comida, toda una masa ingente en las que no existían medidas de higiene, en el que las enfermedades hacían su agosto, los accidentes de todo tipo eran cotidianos y las letrinas brillaban por su ausencia.

Los que hayáis estado de camping en algún festival de fin de semana podéis haceros una idea aproximada de lo que sería pasar 12 horas de marcha con un petate que, en ocasiones, llevaba armadura metálica, montar las tiendas cada noche, sin saco, sin esterilla, sin ducha, sin wc (y aunque lo hubiera, caballos, cerdos y ciertos humanos no lo usarían), rodeado de miles de seres vivos en las mismas condiciones que tú y, si ya habían tenido lugar batallas, con los gemidos de dolor de trasfondo constante.

Toda una delicia.

Está sonando: Sinergy - Me, Myself, My Enemy

2 comentarios:

Laura dijo...

Propones un tema interesante.
A mí las guerras creo que nunca me han parecido épicas sino aterradoras, y me pregunto ¿por qué? ¿por qué se lucha? ¿cómo se consigue convencer a los luchadores para que se alisten?

Respecto a las condiciones de higiene, el único problema es que en esas mismas épocas, las ciudades no eran mucho más higiénicas, con los orines y las heces tanto animales como humanas tiradas por la calle, junto a otros desperdicios. (Lo que no sé es qué tal se estaría en ese sentido en el campo, la verdad, con de las tçipicas cosas de las que nunca hablamos en clase...).

Respecto a lo deseoso o no de estar con un ejército... La guerra movía y mueve la economía, y parece que los seres humanos siempre han transigido con aquello que les diese de comer. De hecho, un invento tan útil como las latas se lo debemos al ejército napoleónico, que debía alimentarse cuando estaba en Rusia (las galletas, otros estupendo invento, hay que agradecérselo a los marineros, pero no sé si pacíficos o belicosos).

Y respecto a la épica... ¿por qué tuvo tanto éxito una película como 'el club de la lucha'? ¿Es verídico que a la gente le guste pegarse? Quizás el atractivo de las guerras o de la violencia (para mí inexistente, dicho sea de paso) esté en el hecho de que te lleva frente a tus límites, de tal modo que o los superas o pereces. Es un ejemplo de competición muy básica, en la que como siempre, salen perdiendo los que desde el principio eran perdedores...

Por mi parte, prefiero el modo de 'conquista' fenicio, a través del comercio. Más pacífico, más enriquecedor, más bello e igualmente efectivo. La pena es que quien base su forma de vida en la paz sea fácilmente arrasado por aquellxs que, no sabiendo apreciar los matices de esta opción, tratan de hacer suyo ese modo de vida a través de la violencia, con lo que no hacen más que propiciar su destrucción.

En fin bello, sigue posteando , que mola :)

Kineas dijo...

A veces el modo de conquista fenicio es tan agresivo o más que el modo de conquista medieval. Los ejércitos luchan entre sí y, tras las batallas, unos acres cambian de manos. Es en ese momento cuando entra en juego lo avanzado de un pueblo. Por supuesto el pillaje, el abuso y la violación estaban (están) a la orden del día, los saqueos no dejaban títere con cabeza, pero tras la tempestad llegaba la calma.

Los nuevos dueños seguían precisando campesinos para sostener sus nuevas tierras, necesitaban impuestos y que los mercaderes volviesen a pasear por sus dominios. Precisaban herraduras para sus caballos, trigo para su pan y alguaciles que recaudasen las tasas: Necesitaban paz para consolidar su dominio sobre los nuevos acres ganados con el sufrimiento de sus soldados. La conquista económica no.

Baste el ejemplo de los gobiernos títere colocados por los bloques comunista o capitalista (EEUU básicamente) en la segunda mitad del siglo XX para ilustrar ésto. ¿Cuántas guerras civiles estallaron para poder garantizar el suministro de esta o aquella materia prima a las primeras potencias? ¿Cuántos dictadores colocó la CIA o el KGB en países subdesarrollados para conseguir beneficios mercantiles o estratégicos?

Te recomendaría leer a Chomsky (en su versión política), pero creo que conoces mucho mejor que la mayoría la dureza del mundo y no sé si aportar más sal a la herida ayudaría en absoluto.

Un besote hermosa.