Me fijo en la negrura del cielo producida por la contaminación. Ninguna Venus sale a celebrar la llegada de su madre Sol, ningún Marte encontrará batalla en lo que resta de noche. Me recuesto contra la incómoda barra lateral y miro sin mirar la insistente actividad de una ciudad que jamás duerme ni parece querer hacerlo. A mi mente arriban muchas sensaciones, los tenues sonidos de la música, los rostros agotados y agotadores de la gente que a esas horas lleva muchas muerta, el suave ronroneo del motor diésel sobre el que todos llevamos puestas las ilusiones de un mullido colchón y (quizá) caliente compañía.
No hay mucho más tiempo para la especulación. El embrague hace que el hasta ahora fútil esfuerzo del motor encuentre consuelo. La marcha comienza y continúa durante 15 deliciosos minutos de absoluta paz, mente en blanco y deseo de descanso. Hay algo que no me hace echar de menos un coche o la compañía de alguien durante el trayecto, es uno de esos días en que todo ha salido bien y estoy colmado. Estoy contento con mi vida, y la vida parece estar a gusto conmigo.
Está sonando: Solefald - White Frost Queen