No hace mucho nos peleábamos por un trapo; tú, obcecado como eras, empeñado en destrozarlo. Yo, obcecado como soy, en hacerte sufrir su conquista. Siempre ganaste, claro, nadie podía resistir tu empeño y menos cuando te ayudabas para ello de tus zarpas. Como a tantos otros que he despedido, se me hace raro pensar que no volveré a verte.
No eras el más bueno, y sin duda tampoco el más bello, pero las pocas veces que te vi siempre tenías tiempo para jugar, lamer y morderme las deportivas. Te echaré de menos cada vez que vaya a su casa. Un abrazo de oso, Titán. Saluda de mi parte a Gos y a Cora.
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